miércoles, 22 de abril de 2015

Lo desconocido

La última gotita de lluvia le golpeó el hombro suavemente. 
Coincidimos en tiempo y espacio, y capté el detalle cómo un león capta a su presa. 
Por impulso, por necesidad, por efecto de causa, toqué su hombro. 
Se dio vuelta y me clavó absolutamente toda su alma por todo mi cuerpo. 
Temblé, no entendí. 
Saqué mi mano rápidamente y salí corriendo con todas mis fuerzas, tratando de escapar de algo que no sabía que era ni por qué era. 

El árbol me daba sombra, me resguardaba del arduo calor del sol, y yo, ahí recostada mientras las hojas del otoño crujían debajo mío en cada pequeño movimiento. 
Pensé en él, (en él?) o en la cristalina gota de lluvia, o en su hombro. (Su hombro?) No sé bien en qué. No sabía a quién estaba pensando. 
Pero cualquiera que sea, cualquiera de esas tres cosas me gustaban mucho. Por un momento pensé que eran todas. Por un momento no quise nada. 
Me dormí un rato. 

Mis ojos se despegaron despacio después de dos o tres horas, me sentía cansada, pero con algo nuevo adentro, algo luminoso, no encontraba razón. 
El cielo estaba gris, el sol había desaparecido del todo y el árbol ya no me resguardaba de nada. 
Se largó a llover. 

Caminé por aquel caminito de pinos, el mismo por el que terminé acá, en el bosque. 
Me empapé, la niebla no me dejaba ver nada al rededor, pero seguí camino. 

Una luz despejó la bruma blanca y espesa,  de repente todo eso nuevo que tenía en mi interior se empezaba a mover, haciéndome cosquillas y dibujándome la sonrisa más sincera del universo. 
Apareció. él, el hombro húmedo, la gota de lluvia depositada en esa humedad y La integridad de mi ser. 
Me preguntó por qué había salido corriendo sin decir palabra.  
Le respondí que sentí miedo, mucho miedo, cuándo fui consciente qué estaba sintiendo por primera vez lo que era el amor real. 

Me respondió lo mismo.
Sentí cómo mi hombro se humedecía lentamente. 
Le sonreí. 


viernes, 10 de abril de 2015

Inconsciente

Nunca me detuve detalladamente en un abrazo. 
Siempre quise, pero nunca pude con él. 
Hay veces que me acuerdo que quiero hacerlo a los dos segundos de habernos soltado. 
¿Por qué me pasa ésto?, ¿Por qué mi cabeza no puede estar consciente justo en ese momento?. 
Retrocedo hacia un recuerdo bien guardado, el abrazo más lindo entre él y yo, el que menos pude capturar conscientemente, pero no sé cómo, habita en mi piel cómo si fuese mi noveno tatuaje, así de infinito y eterno. 
Entonces me detengo ahí, nuevamente y digo: No pensamos en abrazarnos, no lo planeamos, y menos de esa forma tan inexplicable. 
Lo que quisiera saber es cómo mi cuerpo retuvo esa sensación, si mi mente y mi alma estaban fundidas integramente adentro de él... Y yo tan inconsciente, tan inconsciente cómo una esponja. 
Si, eso, eso fui, una esponja que absorbe todo, cada latido y cada molécula suya, sin darme cuenta en lo más mínimo.
Y ahora comprendo todo. 
Y me detengo fijamente en mi tatuaje y en nuestra mirada al soltarnos, y en la no necesidad de la cabeza cuándo el corazón es el grabador perfecto. 
Nunca más voy a querer estar consciente , porque el día que pase, me voy a dar cuenta de que no amo más. 


domingo, 5 de abril de 2015

Puntos de vista

Mis piernas se quebraron cómo tus ojos al verme ir. 
Al mismo tiempo, los dos, cómo la ramita débil de un árbol. 
nos dejamos quebrar. 
nos dejamos morir.
Al unísono. 
Cómo si nos gustara. 
Qué ilusos.
Dos almas a las que no nos falta nada para brillar. 

Si pudiera volver unos capítulos atrás, no me iría, para que tus ojos no se quiebren y para que mis piernas sigan erguidas ante tus pupilas. 
No coincidiríamos en tiempo y espacio para vernos sufrir, porque seríamos fuertes cómo la raíz de un árbol. 
No nos derribaríamos por ninguna distancia.
No dejaría que exista una destrucción mutua al unísono. 
Lucharía por que nos gustemos mucho mas. 
Te mostraría que nos sobran motivos para brillar. 

Es cuestión de cambiar las palabras de lugar. 

viernes, 3 de abril de 2015

3 de Abril

Hoy quiero decirte tantas cosas que estoy como ahogada. 
Quiero decirte y pensarte.
Pensarte, y ahí, mientras estás latente en mi pensamiento, decirte. 
Tantas cosas. 
Tantas.
No sé bien qué. 
Pero sé que el corazón se siente acelerado, cómo si quisiera saltar y decir por mí. 
Ojalá pudiera hacerlo.
Ojalá pudiera mandarlo a él a que te cuente lo que le pasa cuándo te pienso. 
No sé que haría si te tuviera en éste momento en frente mío. 
No sé cuál de mis átomos se desprendería primero para unirse a vos. 
Me da miedo pensar en mis torpes movimientos en tu presencia. 
En mis sonrisas desquiciadas. 
En mi alegría efusiva y sincera. 
En mí. 
A veces tengo miedo de que yo te cause miedo. 
Pero se me pasa. 
Se me pasa cuándo te veo sonreír, y con los ojos me decís, que esa locura que sabés que me despertás, te gusta. 
Y mucho, mucho más de lo que pienso.