viernes, 7 de noviembre de 2014

Se necesita siempre una pasión

Mis ganas de expresarme eran cada vez mayores, y cada vez tenía más preguntas para responderme.
Tenía 13 años cuándo quería ser esa persona que aparece en la pantalla de tu casa cuándo te despertas, y te cuenta las malas nuevas, o algunas buenas quizá... Me generaba mucha curiosidad y afirmaba que quería eso para mi vida.
Un día la cabeza me dio un giro inesperado, o no tanto, porque aunque seguía queriendo ser esa persona que aparece en la pantalla del televisor, ésta vez no era para contar noticias, sino historias.
No sé si fué un momento clave en el que sucedió el cambio, o fueron muchos momentos que fueron creando ese cambio. Cómo por ejemplo, me nutría de los mundos que se creaban en un escenario, y me transmitían esa magia y eso que te dan ganas de ver más allá.
También fué un poco culpa del colegio. Tenía teatro cómo materia, todos los jueves a la tarde. De repente empecé a notar que quería faltar todos los días al colegio menos ese día a esa hora, por que era lo mejor de ese lugar, era por lo único que valia la pena ese día.
Todo éste conjunto de sucesos me sedujeron poco a poco, hasta que ya no entraba sólo en mi alma, y tuve que contarlo.
"Quiero empezar a estudiar teatro". Algunos se sorprendieron, y aunque otros no me apoyaban en la decisión, nadie iba a frenar esa pasión que me andaba atrapando.

Y comenzó la búsqueda del lugar, del profesor, del barrio, de todo lo que implicaba ese cambio que se asomaba, que yo había elegido transitar.
Después de averiguar en muchos lugares, de consultarle a muchas personas distintas, de navegar por todas las páginas de internet sin poderme convencer, a principios del 2012 llegaba la persona con la respuesta a todas esas preguntas.

Teatro Piccolino. Fitz Roy y Soler, Palermo soho.
Esa noche iba a ver "El montaplatos", una obra maravillosa y absurda del famoso Harold Pinter, La cual mi queridísimo Gonzalo Heredia le dió vida después de tanto esfuerzo, creando un equipo de trabajo y logrando llevarla al bello teatro de Palermo. Protagonizada por él y su mejor amigo, el genio Ariel Staltari y dirigida por Débora Astrosky.
Esa noche iba con la idea de comentarle a Gon que quería comenzar el camino de la actuación, que me gustaba mucho y que necesitaba de su ayuda. Le pedí si tenía algún lugar o algún profesor para recomendarme, y sin dudarlo un segundo dijo: "Tercer acto, con Débora Astrosky" la directora de su obra.
Había llegado el día en que empezaba todo.
Unas semanas después, en ese mismo teatro la conocí. Quedamos en que teníamos que tener una entrevista para comenzar en abril. Estaba muy contenta y ansiosa. Me acuerdo que ese día vi la obra un poco dispersa por la charla previa.

Un tiempo después había llegado el momento de la reunión. Yo vivía en caballito, y la escuela queda en Palermo, así que viaje con mi mamá y mi amiga en el auto.
Muerta de nervios llegué y nos pusimos a hablar. Cuándo estábamos por concluir la fecha de inicio de clases, Debora me preguntó cuántos años tenía.
"16, cumplo 17 el 28 de abril"  respondí. Se le transformó la cara, y despacio me contó que sus clases eran a partir de los 18 años.
Me puse triste, pero estaba dispuesta a esperar, aunque la ansiedad es muy amiga mía.
Nos despedimos y le prometí que en el 2013 iba a tenerme ahí.

Fué un año duro e inquieto, en el que mis ganas de empezar lo que tanto me gustaba me invadian, pero lo tuve que pasar con paciencia, y convenciendome que el tiempo suele pasar muy rápido.

Y sí, pasó volando. En un abrir y cerrar de ojos era Marzo de 2014. Volví a ir a una entrevista con mi profesora, ésta vez, ya para acordar todo para empezar en Abril las clases. Mi felicidad era absoluta.
Arrancamos un miércoles, no me acuerdo exactamente la fecha pero el día lo puedo describir perfecto.

Llegué temprano, a las 18.30. La clase empezaba a las 19.00. Iban llegando de a uno, o de a dos, y todos nos saludábamos con ansias y sonrisas. Fué maravilloso ese primer paso, ese comienzo que me iba a dar tantas alegrías cómo hasta ahora.

Nuestra aula era hermosa. Fué testigo de juegos, de vergüenza, de risas, enojos, puteadas, poemas, monologos, y tantas cosas más que no me alcanzaría la hoja.
Era tan sólo el principio de mi viaje, el camino que, ésta vez, era elegido por mí, el primer camino propio, el que es por felicidad.
Terminó el año de una forma muy feliz, comiendo todos juntos en mi bar.

Empezamos éste 2014, unos menos y algunos más. Nuevos compañeros llenos de ganas y energía para unirse a ese universo tan hermoso que veniamos creando.
Un año distinto al anterior, con menos juegos y más trabajo, menos charla y más concentración. En éste tiempo muchos amigos tuvieron que abandonar, y aunque nos dolio tener que dejarlos ir, tuvimos que seguir.

Ya estamos en noviembre y falta un mes para cerrar éste segundo año tan increíble.
Creo que dejamos tatuadas muchas alegrías en ese espacio, en ese lugar que se convirtió en el refugio perfecto para todo mal, el que nos vio nerviosos por las muestras, el que nos vio olvidarnos la letra mil veces, el que nos vio disfrutar con el alma cada escena y el que nos prestó la atmósfera perfecta para crear maravillas.
Si hay algo que aprendí de ésto, es que es un aprendizaje completamente infinito, en el cuál siempre va a haber algo más, y en el que jamás entra el aburrimiento o lo monótono. Y eso me enamoro aún más.

Hacía bastante que tenía ganas de contar ésta pequeña historia que crece todos los días sin parar. Es el detrás de escena de aquella pregunta frecuente "¿Que estudias?" "Teatro". Y acá está todo lo que hay detrás de esa palabra tan enorme.

Infinitamente agradecida, primero a la vida y a mi intuición que siempre me guian.
A Gon, por sus consejos y sus palabras siempre. Vos también sos parte de ésta historia.
A mi profesora que es lo más del mundo.
A mis compañeros de locuras.
Y a todos los que me bancan, me entienden y me acompañan en el proceso de mi sueño.
Voy por más, siempre.

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