viernes, 16 de enero de 2015

Volar

Volví. Fueron 3 días en los que respiré todo lo que no respiré en un año completo, en el que estuve demasiado asfixiada. Me di cuenta de eso cuándo llegué a ese lugar que tanto me inspira y tanto me eleva.
Alcé mis ojos al cielo, respiré hondo y sentí que todo el aire que me habían robado me lo devolvían después de mucho tiempo.
Me tiré en una silla, cerré los ojos mientras preparaban mate y dejé que todo el sol me pegue en la cara, y en mi cabeza pasaban tantas cosas, tantas de estás palabras que jamás entrarían acá.
Entendí lo necesario de respirar un aire distinto, de permitirse un poco de belleza aunque la cabeza no esté bien. Entendí la maravilla de dejar que la mente vuele a cualquier lugar con silencio de fondo, entendí todo lo que me faltaba entender.
Cuándo me escapo, me escapo.
Mi alma, mi mente, mi cuerpo, mi corazón, conmigo.
Sentí que todos mis sentidos funcionaban bien. Que uno empujaba al otro, y el otro al otro y así, creando una melodía que me hacía muy bien, demasiado bien.
El aire fresco, el olor a energía, el agua pura, el cielo hecho estrella. Todo cuadra cuándo se está bien, y uno termina siendo el marco de un cuadro hermoso, pintado con nuestros colores favoritos.
Y creo que todo me parece lindo cuándo comprendo que soy mi propio motor, que mi cuerpo es mi transporte. Que mis ojos son mi guía. Que mis manos crean. Que mi nariz respira lo que quiero y que mis oídos escuchan música.
Ésta vez volé pocos días, y aunque ya aterrize acá, nunca más pienso dejar de volar así, libre.

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