martes, 30 de septiembre de 2014

Libros

Últimamente, después de una pausa, volví a refugiarme en los libros. Es algo que me fascina, pero estoy segura que los genes tienen algo qué ver.

Mi abuelo, más que un ser humano, era una especie de biblioteca viviente. Murió cuándo yo tenía once o doce años. Era una etapa en la que disfrutaba de la lectura, pero más a modo de juego. Él siempre me traía todo tipo de libros, desde chiquita, mi biblioteca era un eterno sinfín de cuentos coloridos e interactivos con botones qué al apretarlos hacían sonido.
A mi me encantaba verlo llegar con sus bolsas, y después de un buen abrazo y un "cachiruloooo" qué le gritaba, me las daba, las abria con alegría y sumaba más colores a mi colección. Siempre nos traía a mi y a mi primo. Lo disfrutabamos mucho.
La última colección que me regaló, fué la de Gaturro, a mi me gustaba, y cuándo le conté, al otro día se apareció con el uno, el dos y el tres. Me acuerdo que me senté en su sillón y al hilo me leí todos, sin pausa. El me observaba feliz.
Una semana después me trajo el resto, del cuatro al nueve. (La colección se completaba en el diez), pero con tono triste me dijo que no lo había podido conseguir, le dije que no se preocupara, que ya iba a haber tiempo para que lo consiga, pero no fué así. Semanas después él murió, y con él se fueron las más lindas historias y el inconcluso último libro que no pudo encontrar. Pero fué feliz ver que mi abuela, un tiempo después, me dio la plata para que pueda comprarmelo, fué la más linda forma de coronar ese hermoso tesoro.

Hoy, siete años después, o mejor dicho, hace tres años qué mi relación con los libros cambió y llegaron a mi de una forma muy distinta a aquella del pasado. Aunque había sido lógico que me encantara más con las imágenes qué con las palabras, hoy, todo lo que me dicen aquellas anécdotas encuadernadas que elijo, llenan mi alma de historias y me completan los dias sin lugar a dudas.
Puedo sentir cómo cada frase entra en mi mente para quedarse y para poder procesarla después.
Amo esconderme tras un libro y pasar horas metida en cada historia y en cada personaje, con los cuales, con muchos de ellos me encariño y los adopto cómo bellos recuerdos propios y hermosos.

En cada palabra y en cada enseñanza de aquellas páginas, se crea una extensión de mi alma.
El placer que me genera el título, el que me invita a abrirlo y a empezar a explorar nuevas experiencias las cuales desconozco, pero qué en cuestión de un par de hojas, iban a transformarse en parte de mí.
El placer de conocer las distintas formas de contar cada historia.
El placer de ir conociendo a cada autor cómo si fuesemos dos amigos contandonos anécdotas de la vida.
Y el mayor de mis placeres, el sentir un escalofrío que me recorre todo el cuerpo, cada vez que Leo aquella última palabra que da el final a tantos hechos maravillosos. Esa es una sensación indescriptible qué experimentarla me llena de alegría.
Quizá no todos comprendan la pasión en cada una de estás lineas, pero es de lo más lindo, vivir miles de cosas y miles de sucesos distintos, que tal vez, en nuestra vida jamás podríamos vivir.

Hoy elijo y encuentro la felicidad en estás pequeñas cosas, que para mí son gigantes.
Cómo ir a una librería y sumergirme en ese laberinto hermoso e infinito lleno de posibilidades. 
Cómo seguir las recomendaciones de la gente que quiero y qué me contagia a cada segundo diferentes opciones para explorar.

Todo ésto pertenece a mi gran universo, el qué me hace sonreír, el que me llena. Y afirmo que encuentro tan placentero un libro, cómo quién encuentra placentero un boliche.

Sospecho que ésto nació conmigo.

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